sábado, 24 de noviembre de 2007

1.estado de la cuestión y paradojas que justifican el malestar docente

La escuela es un espejo que refleja la sociedad que le rodea y no tiene nada de extraño que en ella repercutan llamativamente los problemas de la sociedad. Los problemas en la educación saltan continuamente a los titulares de las noticias: falta de calidad en la educación, apatía en los estudiantes, crisis de autoridad en los docentes, violencia en la aulas, patología del profesorado, aumento del absentismo laboral en la profesión docente,...
Por otra parte, las noticias de cada día hablan poco de la educación, más bien hacen referencia al aspecto económico, a la inversión del gasto público en educación, a las partidas presupuestarias asignadas, a las transferencias de competencias autonómicas, en definitiva, prima el aspecto político. Ante palabras y realidades tales como contratos, presupuestos, normativas, certificaciones..., llega un momento en el que el docente tiene la impresión de desempeñar una función exclusivamente administrativa y burocrática en la que se pierde de vista el verdadero objeto de la educación. No es fácil para el docente, desde esa perspectiva, afrontar y mantener la realidad esencial de la labor educativa, cuando el quehacer que se exige se aleja, cada vez más, de la esencia de la educación misma.
Quizás, sea este uno de los motivos que, entre otros muchos, provocan la crisis actual de la profesión docente y, por lo que a esta materia le compete, de la patología del docente.
Las exigencias a las que se enfrenta el profesorado están cambiando vertiginosamente en lo últimos tiempos aumentando, por una parte, las responsabilidades que recaen sobre ellos y, por otra, disminuyendo el respaldo que recibían de la sociedad. Crece, como contrapartida, la forma de ser juzgados en su propio quehacer y dentro del contexto social en el que desempeñan su labor.
Para entrar en este tema quizás se deba partir de la situación vivida hace unos años y para ello puede servir, como punto de partida, los datos aportados por Lortie para analizar la calidad educacional examinando los factores que caracterizan la profesión docente.
Lortie en 1975, llevó a cabo uno de los estudios más importantes realizados en los últimos años acerca de lo qué piensan los docentes de su propia profesión. Algunas de las conclusiones a las que ha llegado son las siguientes:
1. La organización de la escuela obliga al docente a afrontar privadamente los problemas vinculados con su actividad docente.
2. No existe una “cultura técnica común”. No hay un modelo a emular o a imitar dada la pluralidad y ambigüedad en los modos de hacer.
3. La eficacia de la enseñanza se mide mediante la observación y cuantificación de los resultados de los alumnos.
4. Es característica la incertidumbre acerca de la influencia del propio trabajo para lograr el aprendizaje en el estudiante.

Las reflexiones planteadas por Lortie, suscitaron sucesivas investigaciones que corroboran, confirman y añaden nuevos aspectos. Es interesante matizar que se trata de opiniones y constataciones de los propios docentes.
Consideraciones de otros autores:
. Falta de momentos de reflexión individual o colectiva sobre el trabajo docente.
. Sensación de inseguridad en el quehacer educativo.
. Constante frustración por falta de tiempo.
. Complejidad de la administración del trabajo en clase: (interacción con uno o más alumnos, ¿y el resto? Imposibilidad de prever el éxito de la lección – tiempo a dedicar a cada parte).
. Sensación de incertidumbre sobre la propia condición profesional.
. Multiplicación de demandas y responsabilidades que recaen sobre el docente.

Eric Hoyle (1969), define una “tipología esencial de funciones del docente”, algunas de las cuales no son compatibles entre sí:
. Papel de instructor, en cuanto a la transmisión de conocimientos.
. Papel socializante, en cuanto a la transmisión de normas y valores.
. Papel evaluador, en cuanto a la valoración y selección de los alumnos.

A partir de esta tipología, otro grupo de autores: Darling-Hammond y col., (1983), proponen examinar la función docente en cuatro dimensiones:
1. La enseñanza como trabajo (producida por un agente): El docente debe desarrollar el programa de trabajo establecido y es controlado por supervisores externos que inspeccionan y controlan. En este sentido, el enseñante es concebido como un trabajador que obra sobre la base de instrucciones precisas. La actividad docente está planificada por quienes tienen la responsabilidad de gestión.
2. La enseñanza como oficio (ocupación habitual, profesión de algún arte mecánica): Este enfoque requiere del docente un caudal de técnicas especializadas y el conocimiento de las mismas para poder aplicarlas de manera provechosa.
3. La enseñanza como profesión (empleo, facultad u oficio que cada uno ejerce públicamente): Se pide al docente que además de conocer y aplicar las técnicas tenga la capacidad de expresar una valoración autónoma y responsable sobre la oportunidad y el momento de aplicar dichas teorías.
4. La enseñanza como arte (virtud, disposición e industria para hacer bien una cosa): Además de la capacidad profesional en cuanto a técnicas, procedimientos, conocimientos teóricos, el docente debe poseer un conjunto de características personales que le capacitan para orientar todo el proceso de enseñanza y educación. Esta clasificación pone de manifiesto la variedad de componentes, dimensiones y aspectos que definen el trabajo docente y que deben ser tenidos en cuenta para realizar

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Enhorabuena, Marta y Elena!
Si habláramos del bienestar del docente, podríamos evitar algunos malestares.JVD.

Anónimo dijo...

Soy una madre y estoy en completo desacuerdo con lo expuesto,¿ cuando habra más profesores que quieran serlo y no sea una salida facil de ganarse la vida? de esta forma se acabarían los problemas del profesor y la apatia de los estudiantes.